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MAGIA EN LA ISLA

LINDSAY WESTERMEIER TUKI

Hija de una rapanui y un descendiente de alemanes, Lindsay Westermeier Tuki es la mujer detrás de Haka Honu, el restorán imperdible de Isla de Pascua donde la ley es el relajo.

El viento revuelca los rulos colorines de la chef Lindsay Westermeier Tuki (38) cuando trata de sostener una langosta que acaban de traerle para su restorán: Haka Honu, considerado uno de los imperdibles para saborear pescados frescos en Isla de Pascua. Tiene la piel bronceada, llena de pecas. La playa está a 15 pasos de su restorán y cuando Lindsay termina el servicio, lo primero que hace es tomar su tabla y partir a surfear. Es que el relajo, la libertad y gozar de la comida son cosas que un rapanui aprende desde niño. “Cuando yo llegaba del colegio mi mamá me decía ‘cámbiate de ropa y sale por ahí. Tienes la isla entera para ti’”, cuenta.

Hija de una rapanui y un chileno descendiente de alemanes, creció probando sabores polinésicos. Su abuela vivía en Tahití, por lo que en vez de comprar, abastecerse en la isla o en Santiago, partían a verla y regresaban con las maletas llenas de jengibre, leche de coco recién exprimida, cajas de trutros de pollo. “Abrías el refrigerador de mi casa y se desbordaba de pescado o de langosta que en ese tiempo abundaba”, cuenta.

 

Lindsay estudió Cocina en Santiago –después de pasar cuatro años por Construcción Civil– y regresó a la isla con el plan de montar un lugar donde lo pasara bien y le permitiera vivir a gusto. Ahí fue cuando encontró el chiringuito donde funciona Haka Honu, que partió hace 11 años con cuatro mesas; hoy tiene 11. Todas las tardes llegan turistas a pedir su carpacho de atún o su cebiche de pescado del día. Pero sus clientes más frecuentes, asegura, son los mismos isleños. “A la gente local le encanta salir a comer. Son buenos para gastar. Y gastan y gastan como si se fuera a terminar el mundo. En una mesa de cuatro, ¡gastan como si fueran 20!”.

Asegura que en Isla de Pascua no solo los adultos han desarrollado el gusto por la comida; también los niños. “Hay chicos de 10 años que van al restorán a comer solos. Les encanta sentarse a comer y jugar a que son adultos. Pasan toda la mañana en la playa y suben a almorzar. Se sientan y me dicen: ‘¡Hola Lindsay!’. Y yo ya sé lo que quieren: a uno de esos niños le gusta el cebiche de atún sin alcaparras ni queso, solo con pimienta. A otro, el pescado sin nada y un vaso de leche con plátano. Todos tienen su libreta: les anoto lo que consumen y los papás pagan después”.

La ley del relajo es la que impera en la isla y también en la cocina del Haka Honu. “Mi cocina no es elaborada, es más bien lo que podrías hacer en tu casa. Nunca me ha gustado la cocina tan sofisticada. Porque aquí desde chicos hemos comido así: con harto jengibre, leche de coco, soya, salsa de ostra. Y es lo mismo que disfrutamos si nos juntamos a comer en una casa. Si llegan dos, al rato hay 10. Y, como somos todos buenos para comer, bien tentados, es cosa de que alguien diga ‘tengo ganas de comer sashimi’ y otro dice yo llevo el pescado y otro trae el arroz, el taro, el camote. Eso a cualquier hora, cualquier día de la semana. Lo que uno nunca sabe es a qué hora vas a terminar”.

Lindsay estudió Cocina en Santiago –después de pasar cuatro años por Construcción Civil– y regresó a la isla con el plan de montar un lugar donde lo pasara bien y le permitiera vivir a gusto. “Mi cocina no es elaborada, es más bien lo que podrías hacer en tu casa. Nunca me ha gustado la cocina tan sofisticada”, dice.

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